Que escurridizo es el amor. Va de aquí para allá, de allá para acá, de acá para allá. Podemos verlo venir y escaparse como simples espectadores en un juego de tenis, o salir a por él, dando tumbos y tumbando a otros, como si de un juego de rugby se tratara. De todas formas será difícil atraparlo.
No tengo nuevos seguidores en este blog, si no más bien nuevos amigos. Y es que siento solo gratitud desde que empecé a dedicar esta cuenta a lo que más amo hacer, que es leer y escribir. Porque al cambiar mi contenido, cambió también mi interés por seguir grandes compañías que jamás se interesarán por lo que pienso y siento. Y ahora blog está formado por una comunidad de viejos amigos, los que siempre han estado ahí, porque me conocen y me apoyan, y los nuevos amigos, aquellos que sin conocerme de nada me dejan algún mensajito para decirme con palabras bonitas que me apoyan también, aunque nunca me hayan visto. Y a veces conversamos, de la vida, la familia, y las emociones revoltosas. Y siento que a través de mi teléfono podría tocar sus manos, y ofrecerles un café. Y siento también que ahora mi realidad virtual es tan cercana como la realidad misma. Gracias a mis nuevos amigos por estar aquí. Gracias a mis viejos amigos porque sé que siempre estarán ahí. Luz
“Te he visto, monada, y ya eres mía, por más que esperes a quien quieras y aunque nunca vuelva a verte, pensé. Eres mía y todo París es mío y yo soy de este cuaderno y de este lápiz”
Ernest Hemingway habla en “París es una Fiesta” de cuando perdió sus manuscritos. Qué doloroso ha de ser esto para un escritor que se ha dedicado en cuerpo y alma a dar forma a sus ideas. Todos sabemos lo que es perder un texto importante, pero ser un joven Hemingway, todavía inseguro de su método, sin poder saber siquiera si ese método se había ido moldeando y si sus escritos alguna vez recibirían el elogio, pues justo antes de presentarlos a su editor, su esposa perdió la maleta en una estación de París en 1922.
Déjenme hablarles hoy de una de mis mas preciadas joyas. Como una buena joya cayó a mis manos por una simple coincidencia. Me encontraba en Sydney, donde vivía, pero como siempre me pasa —me sigue pasando aquí en Francia—, cuando no hay libros en español no sé que escoger. Estaba caminando perdida dentro de Harry Hartog, mi librería preferida en Bondi, cuando lo vi. Extraño título, pensé. Cuando miré el estante tenía una pequeña nota recomendándolo como uno de los mejores libros de ficción. Lo compré y lo dejé en mis propios estantes por dos meses, y cuando finalmente lo cogí, me arrepentí de haberme perdido de dos meses en los que ya debería haberlo sabido todo de este libro.
8:30 am de hoy, tenía solo 5 minutos para llegar al colegio que queda a unos metros de distancia. Son metros insalvables cuando hay que alimentar, bañar, y vestir a tres niños pequeños. Luego a contar los seis guantes que hay poner, tres sombreros de lana, tres bufandas, seis medias. Todos son diminutos y escurridizos y siempre andan olvidados en los rincones de la casa.
Ser creativo es como jugar a la lleva-lleva. Ella corre en todas las direcciones, yo la persigo, con todas mis fuerzas y mi velocidad. Ella se para, me mira y ríe. Y yo salgo corriendo a atraparla, y esta vez si que la voy a atrapar, y la toco, sí, creo que la toqué, pero cuando intento cogerla del brazo se escapa y vuelve a correr, de nuevo riéndose de mí.
Trato de controlar mi mente, que no nos mintamos, me domina con sus cadenas de acero, con esos eslabones gruesos que no se pueden separar. Vivir en el pasado es mi adicción, me gusta pasear en los recuerdos que reviven con nostalgia mi niñez, el colegio, la universidad, la familia, los amigos.
Me parece extraño el leer este libro ya entrada en años cuando siempre ha estado ahí, disponible. Supongo que nunca atrajo mi atención, no solo porque mi educación en Colombia lo mantuvo fuera de mi radar mientras crecía, a diferencia de otros estudiantes americanos, si no que su descripción acerca de un hombre rico que celebraba montones de fiestas extravagantes no me acababa de atraer. También pudo haber sido porque siempre he sido fan de Ernest Hemingway. Y en su libro ‘Paris es una Fiesta’ documenta varios encuentros con F. Scott Fitzgerald. No estaba del todo impresionado. Lo describía como invasivo y una persona difícil para convivir. Ambos viajaron a Lyon (Francia) y su viaje fue un desastre. Fitzgerald tenía problemas de alcohol y Hemingway decía que a sus textos les faltaba fuerza. Sin embargo, el mismo Hemingway amó la historia del Gran Gatsby cuando la leyó y le aseguró a Fitzgerald que este libro lo llevaría a la fama. Fue publicado en 1925.
Por qué son tan dulces las lenguas romance? Porque suenan como melodías cantarinas comparadas con otros idiomas secos como hojas de otoño, que van quebrando su sonido al ser pisadas por suelas descuidadas. Son las vocales. Que en las lenguas romance las encontramos como frutas dulces que pululan como en un salpicón. Llenan hasta el tope cada palabra suavizando como algodón la rudeza y agresividad de las consonantes. Las lenguas romance tienen dignidad. Jamás permitirían dos consonantes seguidas en una palabra sin una vocal que las siga, que las guíe, que les diga qué hacer. Y es así como tanta fuerza bruta consigue ser suavizada por un almíbar de azúcar que embriaga el corazón de quién la escucha.
Gretchen Rubin es famosa desde hace algunos años ya. No para mí. Me topé con su libro de pura casualidad buscando un día de esos libros que son como sopa de pollo para el alma. Y fue la palabra felicidad lo que llamó mi atención, porque, ¿no es esto lo que buscamos todos? ¿el fin último de que hablan los filósofos y racionalistas? El objetivo de toda religión y teoría que habita entre el cielo y la tierra?