Reseñas Literarias
Se dice que ‘Orlando’ es una las obras más veneradas de Virgina Woolf. Publicada en 1928 es ciertamente un texto más que adelantado para su propio tiempo. Es cierto también que el ambiente de esta historia se desenvuelve en un ambiente muy tradicional, como lo fue la Corte inglesa y la Reina Isabel I, pero a diferencia de otros libros que describen esta época, la importancia de la Reina es dejada de lado para concentrarse más en la evolución de Orlando como persona.
Supuestamente Orlando es descrito en el libro por un biógrafo, bastante común en ese tiempo, pues dejaban un record de los oligarcas de la época. Y Orlando era un oligarca con conexiones en la Corte de Inglaterra. Se comportaba desbocado de adolecente. Tenía el apoyo y cariño de la Reina y hacía lo que le complacía, pero se enamoró de Sasha, de quien no supo distinguir en un principio si era una mujer o un hombre. Era Rusa y solo hablaba Francés, un idioma que no era bienvenido en esos tiempos entre los aristócratas ingleses. Lo dejó todo por ella, incluso a su prometida con quien estaba próximo a casarse. Después de una traición volvió a su Gran Casa con sus sirvientes y se olvidó de Londres y su mundanal vida. En su casa se obsesionó con la escritura, de la que ya era un seguidor intachable desde que era muy joven. Pero de nuevo recibió otro golpe de la crítica y acabó quemando todos sus escritos, exceptuando ‘El Roble’, un poema que escribió durante años. Este poema no vería la luz del día si no hasta el final del libro y después de que muchas cosas pasaran en la vida de Orlando.
Pero lo que más rescato de este libro no es solo la historia en si misma y la forma natural como Victoria Woolf explicó el cambio de género de Orlando, pero es también la descripción de este personaje tan singular y la manera en que enfrenta las desilusiones de la Reina y su Corte, de su amante, de sus críticos. Se daba tiempo para la amargura por lo que había perdido pero luego era radical. Con frases cortantes como ‘Hasta aquí llegue con los hombres’, borraba de su memoria y sus sensibilidades todo rastro de aquellas personas y momentos, para seguir adelante y florecer en algo muy diferente a lo que había sido antes, convenciéndose a su vez, de forma inmediata, que aquel camino que llevaba actualmente era el correcto y no el anterior. Cambiaba con tanta suavidad como el viento, de protegido de la reina a expulsado de la Corte, de diplomático a escritor, de hombre a mujer, de soltero a casado.
Y es que la narrativa de esta historia es ya un adelanto enorme, teniendo en cuenta que pasa en el Siglo XVI y fue publicado tan solo en 1928. Pero lo más cautivante de todo es la riqueza literaria del escrito. En un parágrafo, por ejemplo, Woolf describe las manos de su amante, y en otro describe el olor a rosas. Las descripciones son tan vivas, tan perfectas, que aquellos sentimientos son transmitidos de las páginas a los mismos sentidos. En otra parte de la narrativa, Orlando se da cuenta de las dificultades de haberse convertido en mujer, que no solo van en el cambio de apariencia, sino en la perdida de la libertad que significa ser un hombre. Desde ese momento en adelante tendría que cubrirse, pues hasta sus tobillos podrían considerarse sexis para los hombres. Necesitaría mostrase obediente, delicada y con bastante falta de inteligencia y entendimiento sobre las cosas importantes de la vida y la política, como liderar un ejército o sentenciar a alguien a muerte. Su único destino sería el de servir el té y preguntar a los hombres como les gustaría ese té.
Y la parte final de la historia es la cereza en el helado, cuando Orlando examina su vida, especialmente sus momentos más duros, solo para reír a carcajadas del mismo drama que ella había creado en su vida. Solamente para notar que los únicos momentos en los que había dolido era cuando se había involucrado directamente en aquellas situaciones y con aquellas personas. Pero mirando atrás se dio cuenta de que todo pasó de la manera en que tenía que pasar, que nunca tuvo problemas demasiado graves en su vida y que aquella estaba llena de aventuras y buenas anécdotas. Volvió a encontrarse con las personas que la hirieron en el alma y rio de nuevo a carcajadas, pues los había visto como salvadores cuando no habían sido nada excepcional. Solo gente normal que había entrado y salido de su vida.
Y al final ella fue feliz, por lo que era, por lo que se había convertido, y por lo que había sido en el pasado.
Luz