MisHistorias
Tocar la oscuridad con la punta de los dedos. Es posible escribir desde la alegría y la tristeza, pues desde los dos se puede atraer una etérea belleza. Las emociones del ser humano, claro oscuras cómo son deben ser exploradas. Me pregunto cómo será posible introducirse en la cueva del lobo, esa desde donde nos acechan los dolores del alma, sí solo para rozarlos suavemente, como una niña que juega con oleos pero que jamás dejaría manchar su pulcro vestido.
Tal vez sea mejor retroceder, ignorar que existen predadores, si bien que no se acerquen yo no los molesto. Pero la escritura quedaría coja, un poco atolondrada, y aun así que se puede uno inmolar. Lo hemos visto, artistas que cantan, pintan, escriben de forma sublime, como si un ángel les hubiera susurrado al oído, como si las estrellas les hablaran al dictado, como si estuvieran siendo transportados en las nubes del conocimiento, del sentimiento y de la razón. Y luego la fatalidad, como escrita de antemano ya el destino, se ahogan, no salen, a veces con algunos chapaleos logran asomarse a la superficie, pero luego mueren marchitos, traicionados, accidentados, criminalizados, siempre mueren envueltos en hilos desdichados. Creo yo que es porque al haber entrado a la cueva el dolor toma su cauce, pues no se ha abierto un hoyo de salida antes de haberse sumergido en tal oscuridad. Una vez el arte celestial se posa en la corteza terrestre llega el reconocimiento, siempre envuelto en vapor. Y cuando desaparece nos encontramos frente al espejo de la temporalidad, la pequeñez, la humanidad. Finalmente el susurro de un ángel no es ser un ángel, finalmente aquellas alas eran finas, imperfectas, alas de mariposa que ya se sabia, no sobrevivirían. Finalmente es mejor no sumergirse en la oscuridad.