El panorama de las mujeres que describe Annie Ernaux es desolador. Siempre he sostenido que de base el machismo es generacional, como una capa gruesa que recubre a cada familia, pasando sus habitudes de abuelos a padres a hijos sucesivamente.
Tocar la oscuridad con la punta de los dedos. Es posible escribir desde la alegría y la tristeza, pues desde los dos se puede atraer una etérea belleza. Las emociones del ser humano, claro oscuras cómo son deben ser exploradas. Me pregunto cómo será posible introducirse en la cueva del lobo, esa desde donde nos acechan los dolores del alma, sí solo para rozarlos suavemente, como una niña que juega con oleos pero que jamás dejaría manchar su pulcro vestido.
Muchos creen que solo quién desea volverse experta en feminismo leería a Simone de Beauvoir, sin embargo es un libro muy simple. Es una historia larga, sí, porque hay mucha tela que cortar. El por qué es la pregunta. La historia, la filosofía, la sociología, la antropología, el derecho, la cultura, la familia, la pareja, son la respuesta.
Es por esas épocas de los cuarenta cuando se empieza a pensar en la vejez. En la propia, en la que no se piensa nunca, en la de los demás también. Remordimiento: ¿Es que amé lo suficiente a los que ya partieron? Aprehensión: A veces en el espejo, dependiendo del día, se nos revelan características de cómo nos veremos cuando esos años lleguen.
Sería más fácil confesar que en todas partes solo veo la ciudad de mi infancia, la finca de los abuelos, el limón mandarina con sal que nos comíamos mientras nos escondíamos de los adultos en las noches de luna llena, allá cerquita del río que tenía un pequeño caudal que llamábamos ‘el chorro de la fantasía’.
¿Soy rica o pobre? No lo sé, desglosemos. Tengo una casa. También lo tengo a él, que tira paredes, hace nuevas y luego las pinta, las pone bonitas para que no me dé frío y me quede a su lado, me dice. Tiene ventanas, de esas grandes que se abren de par en par, por donde entra la luz y el viento.
Necesitamos a los hombres de nuestro lado: Se asume que la lucha feminista es una confrontación entre hombres y mujeres. No es así. Existen hombres muy feministas. Existen mujeres que se benefician y defienden con su vida el patriarcado.
Hace milenios existía el Sagrado Femenino. La mujer era alabada en rituales, no solo por ser creadora de vida, si no algo más importante, por traer el equilibrio al mundo. Las grandes religiones, la política masculinizada y la comodidad machista de ser el hombre quien mandaba la persiguieron, la esclavizaron, la discriminaron, pero muchas mujeres a quien llamaron brujas y herejes resistieron. En esa resistencia ritualizaban su luz que pasó como un hilillo de generación en generación, silencioso pero brillante, calladamente, suavemente. Y de repente, 2020!
Este es un libro de siete relatos cortos donde no aguarda una lectura compleja, si no más bien unas historias que se pueden leer completas en un solo día, algo que nunca me había pasado con Murakami. No quiere decir que no le falte contenido. Su estilo está impregnado en cada descripción de sus personajes, lugares, comidas, mujeres, y hasta en su música. Son historias cargadas de imaginación, de escenas psicodélicas y muchas veces, o casi todas las veces, muy oscuras. Sus personajes son gente común y corriente, viviendo vidas simples, especialmente en lo emocional. Sin embargo, una cosa es lo que hacen y dicen frente a sus amigos y familiares, y otra muy distinta la que viven en sus mentes atribuladas.
Hace mucho tiempo que deseaba leer este libro. Lo estimaba como una oda al feminismo, y en cierta forma lo es. Aunque es mas un autorretrato personal de una mujer que decidió vivir sola, pues considera en algunos puntos que el matrimonio no es compatible con aquel feminismo que siempre se encontró en su interior y que estaba en pleno furor en la década de los setenta. Este tipo de feminismo que se entrelaza con la soltería lo ha vivido ella desde entonces. La misma autora admite las dificultades por las que ha pasado en defender sus propias teorías. Aquel feminismo de los años setenta era más radical del que vivimos ahora. Vivian Gornick amaba el encontrar aquellos grupos de mujeres, intelectuales y dedicadas a la lucha de pensamiento de género con las que se podía discutir sobre los desajustes de la sociedad. Sin embargo, aquellos grupos se amilanaban de nuevo con los mismos resquebrajos culturales en contra de los que luchaban y de nuevo se veía ella completamente alienada.