MisHistorias
Suelo ser bastante enamoradiza de todos los lugares a los que viajo, pero a su vez, tengo la mala costumbre de poner un ojo crítico a todo lo que veo y raros son los momentos en los que pienso que me gustaría vivir en los países o ciudades que visito. Pero este sentimiento cambió radicalmente desde que llegué a Guadalupe. Nada más salir del aeropuerto sentí ese aire caliente y ese sol ardiente que me levantó inmediatamente del letargo de casi 7 horas de avión y 3 vuelos desde Colombia. No me esperaba sentir ese súbito amor que solo se siente al ver un alma gemela y que cada día que paso aquí no para de crecer y crecer.
Guadalupe es una región insular de Francia. Una pequeña isla en el caribe llena de sabor, baile y color, la mezcla perfecta para unas vacaciones de sueños soleados. La especialidad de Guadalupe es el ron, fuerte, con sabor a fruta tropical. La piña y el coco son el orgullo de esta isla.
Pero lo más hermoso de Guadalupe son su cultura y su gente. Su población la conforman en su mayoría personas de ascendencia africana, que trajeron sus costumbres y las adaptaron a la isla a medida que pasaron los años. Su vestimenta típica es colorida. Los estampados salteados de amarillo, verde y azul se encuentran en sus vestidos de calle, así como en todos los enseres de la casa como manteles, individuales y tapas de mermelada. En mi opinion, una mezcla perfecta de color para sus pieles caribeñas bronceadas por el sol. Y la fiesta de color no acaba ahí. Todas las casas, restaurantes y locales comerciales como los mercados de la mañana coquetean en armonía con el entorno de tonos en colores picantes que se ven por doquier. El resto de la población proviene de ‘La Metropole’, como se llama a la Francia Europea desde las islas que pertenecen a su jurisdicción. A pesar de que Guadalupe queda a solo dos horas de República Dominicana en avión, no he escuchado mucho la lengua española, salvo por algún transeúnte despistado en las calles cercanas a los mercados.
Esta mezcla de razas, religiones y culturas conviven y se llevan bien en este pequeno territorio, lo que enriquece enormemente su atractivo, pues ambos han logrado mezclar sus gustos en temas culinarios y festivos, dando lugar a verdaderos bacanales de sabor, fiesta y color. Es en este lugar donde he probado el más fresco de los pescados y el más dulce de los rones y frutas tropicales.
Si algún día Guadalupe se cruza en tu camino no olvides ir a los mercados de frutas y verduras, donde te encontrarás con las mejores especies, así como otro tipo de comida típica como los acras, el pescado colombo, hecho con especies producidas en la isla, las mermeladas de fruta dulce, y las bebidas frescas para apagar un poco el calor fogoso de la mañana.
He tratado de venir todos los días al mercado, no solo por su comida, además porque en las callecitas adyacentes se encuentran los mejores almacenes de vestidos y pareos floreados y coloridos que han llenado ya mi closet sin control. Nada en esta isla me hastía, al contrario, la encuentro tan dulce y jugosa como los melones enormes que se producen aquí y que como una vez me levanto de mis sueño refrescado de la brisa que entra por mi ventana.
Ir al viejo puerto es un placer, especialmente al final de la tarde. Allí se ven los pescadores vendiendo sus presas enormes y jugosas que han casado durante el día. No es si no cruzar las pequeñas calles del puerto para encontrarse con pequeños restaurantes que convierten los pescados en suculentos platos, añadiendo una dosis grande de especies que les dan todo el color y sabor.
La fiesta viene después del plato fuerte y de los postres hechos de frutas tropicales. Las calles cantan música creole por doquier y los vestidos coloridos salen en la noche a regocijarse de un ambiente que parece no ser tocado por los eventos exteriores del resto de un mundo muy lejano para ellos. Tanta alegría adormece la mente pero estimula el alma. Me alegra saber que todavía existen en el mundo lugares felices. Playa. Brisa. Mar.
Luz